Aún no ha empezado y las emociones ya se mueven como los chapuzones de los retratos de verano que visten el escenario. Su música, de momento grabada, anticipa el viaje. Se están cumpliendo muchos sueños que creía lejanos, algunos imposibles.
Y no es casualidad. Puede que la suerte haya espolvoreado algunos pétalos, pero el resto, renuncias, paciencia y una piedra tras otra hasta sumar un puente que me lleve a la otra orilla.
Ya pasé algunos lutos de aquellos que, por mucho que enfoque las acciones, no sucederán. Sé que habrán más en ese saco. Ya no me pesa tanto el que no se cumplan como sentir que dejé las monedas al aire, que el miedo ni siquiera me permitió intentarlo.
Él ha sido banda sonora en infinidad de tardes de escritura, de kilómetros de asfalto con lágrimas de alegría, pero, también, de las que no puedes mostrar. No por el qué dirán, sino precisamente porque no saben qué decir.
Su sonido es selva. Acuna nuestros recuerdos y hoy nos ha traído de nuevo hasta París. Otra primera vez. Me gusta pensar que el precipicio inminente en el que nos encontramos, ya sea para alzar un nuevo bosque como para llorar su falta de agua, sea aquí y con esta banda sonora.
El tiempo se acaba en infinidad de sentidos. En este concierto que pronto comienza. En las decisiones de las que no hay vuelta atrás. En la vida tal y como la conocemos.
Qué pasará a la vuelta está escrito con tinta de limón, invisible hasta que amanezca. ¿Cómo serán los retratos de este verano?
De momento, celebramos el solsticio y el día de la música con nuestro pianista favorito. No me había percatado de la fecha hasta algunas publicaciones de redes. Quizá deba prestar más atención al calendario, a sus susurros.
Miles de personas ocupan el panal forjado con asientos de plástico negro. Su murmullo no me molesta, ni las luces rojas, azules y amarillas que se turnan. Ni siquiera la neblina que oculta su piano. Todo lo contrario. La energía que empujan sin saberlo condensa el remolino rosado, aunque mi opinión cambiará cuando el asiento libre de mi derecha rebose de falta de civismo.
Ya lo hablaremos en el próximo café.
Mientras tanto, ¿qué sentirán ellos al escuchar su piano negro y la banda que lo acompaña? ¿De qué momentos han sido hilo?
Observo las manos que se aprietan, los besos, las miradas ausentes y las que se comen. Veo las siluetas de pulmones al unísono desde el asiento 2.
Sí, el 2. No falla cuando hay que hablar alto. ¿Sabré interpretarlo?
Recuerdo cuando escuchamos experience de Madrid a Andalucía. Quiénes éramos entonces y cuántas metamorfosis en poco más de siete años. Miro a esa chica y, aunque sigo exigiéndole, me enorgullezco de sus manos, de los pies descalzos, de la voz que solo calla cuando no le interesa la batalla.
Estos días hablábamos de los muros que no se ven pues el resto cree que no se cultiva hielo en el cielo. Pero hay frío incluso en pleno verano. La sociedad apela al dinero o el estatus como el gran pode; las palabras son herrero. Puede habitar el amor, pero también el menosprecio. Es más soterrado y sutil, como cambiar tu realidad por un término que, la persona que lo pronuncia, devalúa. Los peros. Las risas. Esas burlas ocultas en bromas que, si no encajas, es porque te ofendes muy rápido.
Ya sabes, tu intensidad.
Eso quedó allí. En otro verano, en otros retratos. Eso no formó parte de esta banda sonora. Ya me encargué, consciente o no, de no compartir aquellas canciones que hablaban años.
Y aquí estamos, a tan solo once minutos de que despierte.
A tan solo once minutos de una mattina.
Corriendo hacia ti
Un ejercicio de reflexión mientras paseas o corres.
Vuélcalo en tu libreta o en el móvil. Sea como sea, mira más allá del propio movimiento.
Concéntrate en los sonidos que te acompañan durante tu salida, ¿a dónde te dirigen?
Gracias por estar en este café con calma.
Amor y luz
B💛
Si te apetece sentarte a la mesa en el próximo café, suscríbete y te llegará recién hecho a tu email. También puedes compartirlo con quien creas que necesita un espacio de tranquilidad.