Thoreau dice que todo lo bueno es libre y salvaje, ya me lo has escuchado alguna vez. Yo lo reformularía por todo lo que me calma es libre y salvaje. Y, últimamente, ha habido poco de ello.
El ruido de las reformas de mis vecinos de arriba ha abierto una grieta por la que se han precipitado pensamientos de todo tipo. En momentos como este mi alta sensibilidad me resulta abrumadora, aunque supongo que un taladro constante acabaría con la templanza de cualquier monje.
Quizá hubiera sido más productivo buscar un chubasquero amarillo y bailar bajo la lluvia atípica de Almería.
Dentro de esa jaula de grillos resonaba un pensamiento constante que no era la primera vez que se anunciaba. ¿Y si me retiro de redes? ¿Y si me centro en escribir desde la ausencia de estímulos?
He leído decenas de historias de grandes artistas, no importa el área, que buscan en el aislamiento su fuente de creatividad. Muchos de ellos como Balzac, Emily Dickinson o el propio Thoreau son ejemplo de cómo el silencio y la parquedad social han consumado universos interiores fascinantes y grandes obras literarias.
No pretendo compararme con ellos, ni mucho menos, en la solidez de sus letras. Pero sí en la forma que las gestaron. Este mundo cada vez más rápido me asfixia y he terminado con el cerebro frito y la atención mermada.
Llevo meses, quizá años, repitiendo la misma frase: quiero crear. ¿Y por qué no lo hago?
Hay decenas de respuestas, unas tocan con sentimientos recientes, otras con heridas pasadas. Creencias ajenas que he aceptado como propias. Miedos que se han fortalecido con el ruido.
Y pasan los días y aquí sigo, sin construir aquello que quiero.
La bola se endurece, imposible de tragar. Acepto que sin comunicación las obras quedan en un cajón, pero sin escribirlas se oxidan en el espacio más voluble y peligroso: la memoria.
Algunos rayos de sol en Cabo de Gata, conversaciones saladas sin horario. Un ritual a medianoche. Cientos de preguntas que no siempre me atrevo formular. En definitiva, un cúmulo de señales con las que materializar ese pensamiento mágico: aislamiento para crear.
He cerrado todas mis redes sociales, las he borrado del teléfono. La idea es una temporada muy larga. La vida dirá. Solo queda este cálido rincón en el que no hay día que no me sienta en casa. Aunque a veces maldigo mi amor por la literatura y la necesidad de escribir, sé que soy una privilegiada por poder hacerlo.
Las palabras, jugar con ellas, es un poder que no alcanzamos a ver. Nos hacen libres. Nos permiten expresar más allá de imágenes convertidas en tristes postales que, con suerte, pegaremos en la nevera.
Y qué importa si nada tiene sentido en una realidad que ha perdido la mirada. Cruzar la bahía de aquello que narras…
Me voy a perder planes, noticias y conversaciones, sin embargo, creo que la pérdida será aún mayor si no cambio esta perspectiva. Aislarme es expandirme. Aislarme es rechazar lo superfluo para dejar que cale lo que, para mí, es importante.
Esto no implica que rechace el poder de conexión y comunicación que ofrecen las redes, sino el efecto nocivo que genera en mi obra. Necesito el foco en un lugar, no en varios. Y sí, lo he intentado. Desde planificar el contenido y gestarlo con tiempo, apps que bloquean el acceso, etc.
El problema no es su consumo en sí, sino mi propia mente comunicadora. O lo quito de raíz o no consigo apagar el interruptor de la creación para dejar solo encendida la bombilla que, a la larga, más satisfacción me da: las novelas.
Hoy abogo por esa belleza oculta, soportar la ansiedad de lo que perderé, el miedo a que, una vez de vuelta, no haya nadie que quiera leer esos escritos. Pero no es cierto. Es solo lo que nos hacen creer.
El mundo no se acaba porque nos bajemos de él o, simplemente, queremos vivirlo con otro gusto por un tiempo. Entre el blanco y el negro se extiende un baile de colores más amplio que el gris.
Y yo me visto en esta etapa de fucsia, lila y amarillo.
Por cierto :) Si hay algún libro, peli, noticia, evento, frase o cualquier cosa que sí debería saber, déjamelo en los comentarios de los cafés que compartiremos los domingos.
Y tú, ¿cómo te relacionas con tu creatividad y las redes sociales?
Si te apetece sentarte a la mesa en el próximo café con calma, suscríbete y te llegará recién hecho a tu email. También puedes compartirlo con quien creas que necesita bajar el ritmo.
¡Beatriz! Tu última entrada me llega al alma. Busco al igual que tú, cerrar mis redes sociales para poder crear (en mi caso, un espacio de presencia más consciente con mi familia). Sin embargo me da miedo todo ese "perderme cosas". Me encantaría saber qué tal lo estás manejando tú y si puedes darme algún consejo.
Con todo mi cariño. Carolina