#39☕️ Recalculando ruta
Reflexiones sobre el libro Cuatro mil semanas, prioridades y renuncias
¿Otro cambio?, es quizá la frase que se repite más cuando nos visitan. Y así es.
En un año, he movido mi escritorio unas cinco veces, el sofá dos. Las estanterías de libros otro par. Al principio, me molestaba la pregunta porque el comentario no solía quedar ahí, sino que alguna coletilla se unía a la fiesta.
Hasta que comprendí que esas frases jocosas vierten mensajes inconscientes que desnudan a quien las pronuncia. Flexibilidad, apegos, incertidumbre, control… cientos de matices se esconden en algo, tan aparentemente simple, como un cambio.
Miradas con colores dispares, sabores opuestos de un mismo helado. Para unos, nada es para siempre; para otros, sí.
La mañana de Reyes, en mitad de una meditación, resonó una frase en mi cabeza: la habitación de invitados está muerta. Eché cuentas y, lanzando el número hacia arriba, se había usado unos veinte días.
Veinte de trescientos sesenta y cinco. ¡Veinte!
¿Cómo era posible que en una casa de dos habitaciones, una de ellas hubiera permanecido más tiempo cerrada que repleta de vida?
La respuesta fue rotunda.
“El verdadero problema no es que tengamos un tiempo limitado. El verdadero problema es que, sin quererlo, hemos heredado una serie de ideas problemáticas acerca de cómo emplear nuestro tiempo limitado, y sentimos la presión de vivir en función de ellas, cuando está claro que no hacen más que empeorar las cosas”.
Cuatro mil semanas, Oliver Burkeman
Otra creencia que se me indigestaba.
Regalamos la cama, transformamos ese espacio muerto en uno vibrante. Un templo para el ejercicio, la meditación y el recogimiento.
La primera práctica de yoga en él me llevó de viaje. Encendí las velas, el incienso Nag Champa. El olor especiado, dulce, envolvió las paredes blancas. Extendí la esterilla, se acabó buscar huecos para ir hacia dentro. Los creaba.
Se colaron los rayos tostados del amanecer. Si giraba la vista hacia ese punto, veía el bamboleo sensual de las olas. Una bola de fuego creció más allá de mi bajo vientre.
Calma ardiente.
Cerré los ojos y, junto el crepitar de las velas y la banda sonora de esta lista de
deslicé mi cuerpo.Saludos al sol, guerreros, montañas. Estaba presente, no necesitaba cambiar nada. Mi rincón interno había conectado con el externo. La muerte se había abierto a la vida. Las preguntas a las certezas.
En el último saludo, con una riada que empapaba mucho más que mi cara, sonó la canción Alegría. El desbordamiento me fundió con la esterilla.
Estaba en casa.
“La mayoría de nosotros debería aprender a decir no, es casi un cliché de la autoayuda. Pero, como señala la escritora Elisabeth Gilbert, sería demasiado fácil asumir que se trata solo de reunir el valor de negarse a hacer una serie de tareas tediosas que en realidad nunca te ha apetecido hacer. En verdad, explica, «es mucho más difícil que eso. Tienes que aprender a empezar a decir que no a cosas que sí quieres hacer, y a reconocer que solo tienes una vida»”.
Cuatro mil semanas, Oliver Burkeman
Empecé 2024 renunciando a proyectos, al podcast, a relaciones que, según la sociedad, jamás se deberían romper. Me encantaría compartir que enero ha sido glorioso, que soltar era tan fácil como respirar.
No lo era hasta que lo ha sido.
Cada día estoy más convencida que esa elasticidad en los cambios físicos, como los de casa, es un espejo de aquellos que a simple vista no se aprecian, pero que si mantienes la semilla a semilla, el goteo fresco de la lluvia, forjará un bosque por el que caminar descalza, sintiendo la textura húmeda, crujiente y melosa de una tierra con raíces que sostienen, de verdad.
El miedo y la culpa se alían en las noches de luna nueva. Me acorralan, incluso intentan clavarme ese cuchillo mellado con el que, además de rasgar, arrancan pedazos que suelen cicatrizar mal. Sin embargo, en esas horas sin luz, he aprendido que puedo soportar una coraza más recia. Un metal que, como la buena alquimia, se nutre de aquello que lo quiere destruir.
Y escribo.
Escribo sin esperar nada.
Escribo, como diría mi maestra de yoga, renunciando a los frutos de mis acciones.
Cientos de versiones de mi misma sedimentan ese bosque, versiones que no florecerán pero que se sacrifican por aquella que sí necesita abrir el suelo y, centímetro y centímetro, crecer sin más pretensión que dar voz a historias que no solo viven en mi cabeza.
Un libro
Cada cierto tiempo, me gusta leer libros de no ficción que me den una sacudida. Un recordatorio de que nada es eterno.
Cuatro mil semanas, de Oliver Burkeman me ha brindado, además de frases que enmarcaría, un buen chute de perspectiva.
Gracias, Ana, por la recomendación.
Una curiosidad literaria
¿Sabías que el macedonio Ognen Čemerski tardó casi doce años en ofrecer la traducción más fiel de Moby Dick? ¿Por qué tanto tiempo?
Muy sencillo. En un país sin límites con el mar, no había necesidad de contar con términos marítimos.
De nuevo, lo que nos rodea condiciona cómo miramos.
Un tesoro natural
Llevamos más de un mes en el que nos traen agua a diario porque no podemos consumir la que sale del grifo. Un gesto tan sencillo que, demasiadas veces, no valoramos.
Por eso, hoy quiero volver a compartir un artículo que escribí sobre el agua.
Gracias por estar en este café con c.a.l.m.a.
Amor y luz
B💛
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Justo hace unos días me hablaron del mismo libro. Otro más a la lista.